El presidente del puerto de Pasajes, Félix Garciandía, lleva denunciando su purgatorio particular en su lucha por llevar el puerto de Pasajes de la forma que su presidencia le dicta. Este vasco con apellido de novela de Pío Baroja, y carácter de Contramaestre de Juan Sebastian Elcano, ha forzado un "show down", un duelo en la política portuaria vasca como no ha habido nunca.
No podía sospechar la suave Arantxa Tapia, la consejera vasca responsable de puertos que el pasaitarra, Garciandia, se iba a comportar como un oficial de la flota de Magallanes, respondiendo a sus amotinados atándose al timón, y llevando la nave solo.
En el delicado equilibrio de los nombramientos de presidencias de puertos más o menos locales, que en el caso de Pasaia - Pasajes se revela particularmente explosivo, Félix Garciandía fue nombrado antes del verano de 2018. Desde entonces, como ha relatado él mismo y también se han encargado de relatar sus adversarios en esta batalla, la confrontación entre él y casi una decena de jefes de división, del puerto ha sido total. Un motín respondido con dureza marítima. Y como Elcano pareciendo aislado y lejos de cualquier autoridad que le ayudase.
Félix Garciandía, como el presidente del otro puerto de Bilbao, es nombrado por el Consejo de Gobierno del Gobierno vasco. Siendo su responsable, en este caso, la consejera Arantxa Tapia. Hasta ahora titubeante.
Hasta que el día 13 la consejera Tapia hizo unas declaraciones contundentes que parecen redirigir el caso, ha habido al menos cuatro meses de conflicto abierto, en el puerto de Pasajes.
Como se ha encargado en definir claramente Arantxa Tapia, que seguramente después de una larga conversación con las partes y con Félix Garciandía, ha comprendido la situación, y ha dictado que es un "problema laboral" que debe ser resuelto en el ámbito del puerto y de Puertos del Estado.
El presidente del puerto de Pasajes denuncia que al intentar modificar el organigrama, algunos jefes división, entre ellos la jefa de Recursos Humanos, se encontró con la interferencia política en su Consejo de Administración, en el Ministerio de Fomento, en Puertos del Estado y en el municipio de Pasajes. Y una baja masiva laboral de 5 de los 8 denunciantes de fuera de convenio, jefes de división.
La modificación del organigrama que afectaba a todos incluida, la jefa de la división Contratación se encontró con la oposición frontal del al parecer, su cónyuge, un alto cargo del Partido Socialista. Al que siguieron, también, una decena de jefes de área, que se alinearon con la jefa de Recursos Humanos.
Los jefes de división o área, agrupados como ha pasado en el puerto de Pasajes, tienen un fortísimo poder en las autoridades portuarias.
En el caso de Pasajes se ha unido la fuerte personalidad del Presidente del puerto. Un pasaitarra sin pelos en la lengua, con formas robustas de hacer, a decir de sus adversarios bruscas, y con la determinación de luchar contra cualquier tipo de aislamiento.
Observadores externos dicen que Félix Garciandía ha sufrido estos meses un aislamiento total, teniendo que hacer prácticamente de todo en el puerto de Pasajes para tratar de sacar adelante sus iniciativas. “Ha tenido que hacer desde conserje, a técnico, a delineante” para plantear sus iniciativas.
Seguramente su carácter le ha llevado a la confrontación con uno tras otro de los jefes de área, que se han solidarizado con aquellos que quería disciplinar.
También, derivado de la baja de su director, intentó algo que suele ser un "pecado de lesa majestad" en una Autoridad Portuaria, sustituir al director cuando este es apoyado por sus jefes de área.
Los cercanos a Garciandía hablan de una auténtica guardia pretoriana defendiendo al director de baja laboral y oponiéndose a Miguel Montero, el candidato de Garciandía accediese al puesto.
Garciandía quiso llevar su nombramiento al Consejo de Administración, donde se encontró a las puertas del mismo con los votos en contra de los sindicatos, la Autoridad municipal de Pasajes, controlados o cercanos al PSOE; pero lo que no esperaba era encontrarse el voto contrario de Jaime Ódena, representante de Puertos del Estado, y algún otro miembro de la Administración central, que le advirtieron de entrada y a la entrada que se iban abstener, dejándole no solamente en minoría frente al frente socialistas, sino en el ridículo de encontrarse con prácticamente ningún respaldo.
El caso es que Garciandía fue llamado, además, a la sede de Puertos del Estado para pedirle explicaciones. Al parecer, fuentes cercanas al mismo alegan que en Puertos del Estado, Álvaro Sánchez Manzanares le relató que la gestión venía directamente del ministro de Fomento, José Luis Ábalos, y del Secretario de Estado, Pedro Saura. Una gestión que inmediatamente se conectó con la pertenencia al Partido Socialista del cónyuge de una de las disciplinadas por Garciandía. La perplejidad de Félix Garciandía ante lo que consideró una maniobra trasera para presionarle produjo todavía más resistencia en el vasco personaje.
Contra todo pronóstico, rodeado, traicionado y abandonado, a su suerte, desde el organismo central Puertos del Estado, a Garciandía no le quedaba otra cosa que marcharse.
Mientras tanto, como se han encargado de difundir fuentes cercanas a Garciandía, sufrió lo que hasta ahora está sin confirmar, una serie de acusaciones sobre su forma de actuar y sus conexiones en el puerto de Pasajes. Estas acusaciones ya fueron el límite a su actuación, y pareció que, ante el silencio del Gobierno vasco y de la consejera que lo nombró, todo el escenario estaba puesto para su abandono de la presidencia del Puerto.