En su declaración ante la jueza Lamela como testigo en el caso El Musel el viernes 21 de abril, el hoy director de El Musel alegó ciertos olvidos y sobre todo mucha modestia para estar en segundo plano en las decisiones que se tomaron en la construcción de El Musel. Su figura que aparece continuamente en los papeles de El Musel en las actas de las obras de aquellos años, lo redujo a muy poca cosa.

Con una muestra de su astucia jurídica hizo girar alrededor de su puesto de secretario del consejo, que suele ser un cargo opaco y siempre no ejecutivo. Vino a alegar, que en su puesto de secretario, solo daba cuenta y recogía los acuerdos del consejo, algunos de los cuales dijo no recordar. También alegó que su puesto era modesto como jefe de la asesoría jurídica de la entidad. Diciendo que él solo asesoraba para cuestiones de "excelencia o calidad".

Incluso llegó a negar que había firmado un informe sobre los sobrecostes de la obra diciendo que, aunque lo había firmado, lo había hecho un subordinado más conocedor de la materia.

 

Punto en el que Barettino sí que apuntó las virtudes que le achacan de mago jurídico. Eso de firmar un documento pero alegar que en su posición de asesor jurídico de secretario del consejo desconocía el alcance de su contenido es de una flexibilidad y gimnasta jurídica digna de admiración. 

 

 

Para cualquier lego en el caso, la actitud de Barettino conformaba como anillo al dedo a la figura del secretario del consejo de administración de una entidad. De los que ven, oyen y callan y solo se dedican a transcribir y hacer algunas otras tareas que le encarguen los consejeros, oír cotilleos pero nunca ejecutar nada.

 

Lo tenía todo en contra, pero salió bien.

 

Su aparición en los papeles del caso es continua. Sorprende que aparezca con muy pocas otras personas en comisiones de seguimiento de la obra más propias del resto de altos cargos de la entidad. En las comisiones de precios y de seguimiento algunas veces aparecía en solitario con el director y si acaso con el abogado del Estado, José María Alcoba, el resto de componentes no asistían.

 

Esta asiduidad, este aparecer en los momentos clave como en los modificados de obra de los sobrecostes, evidencia que la modestia de Barettino es sólo una virtud actual y que no se compadece con su ejecutoria profesional. Barettino debía de mandar, y mandar mucho, para que siendo Secretario del Consejo de Administración solamente y, jefe de la asesoría jurídica, figurase junto al presidente y al director en momentos clave de la ejecución de la obra.

 

No es el Barettino audaz y casi temerario en la gestión del puerto como se ha comprobado muchas veces y más recientemente en la prórroga o más bien otorgamiento del nuevo título concesional a la terminal de contenedores en su día de TCB y ahora de APM Terminals. 

 

La audacia para flexibilizar las leyes y en concreto la ley de puertos y en un mismo acto explicar que se debía de hacer una transformación sustancial de la concesión para luego con argumentos otorgar un nuevo título concesional en un enrevesamiento del derecho que necesitaría de varios catedráticos para desentrañar su admisibilidad, da prueba de que no es un cualquiera.

 

Estos rasgos profesionales que a Barettino le acreditaban con una fama que superaba a la de un funcionario de un puerto local, desaparecieron el 21 en su testimonio ante la jueza y el Fiscal Anticorrupción salvo en ese momento cumbre de negar haber firmado algo por su condición de secretario "mueble" de un Consejo de Administración.